Hace algunos años Dios despertó en la Iglesia un renovado interés por la vigencia de los ministerios mencionados en Efesios 4. Esto trajo cambios importantes en la interpretación y la aplicación de las escrituras. Uno de los ministerios es el del apóstol.
Pastor Carlos Sokoluk
Si bien es un tema de amplia difusión dentro de las iglesias, todavía quedan algunas
cuestiones por resolver acerca de este ministerio, una de ellas es: si es un rol o un rango.
Si lo consideramos “simplemente un rol”, podría ocurrir que dentro de la esfera de la
iglesia, carezca del prestigio suficiente y por ende demasiado pocos tengan interés en
desarrollar la tarea apostólica. Esto provocaría la ausencia de uno de los pilares
fundamentales de la iglesia, con consecuencias eternamente trágicas para la mayor parte
de la humanidad. Porque debemos aceptar que este ministerio demanda una gran cuota
de valentía y una entrega absoluta a la causa de la proclamación del evangelio. Solo a
modo de ilustración leamos la lista (seguramente incompleta) de padecimientos
confeccionada por uno de los apóstoles más famosos de la historia, el apóstol Pablo:
“… en trabajos más abundante; en azotes sin número; en cárceles más; en peligros de
muerte muchas veces. De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno.
Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido
naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar; en caminos
muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación,
peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el
mar, peligros entre falsos hermanos; en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en
hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez; y además de otras cosas, lo que
sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las iglesias” 2 Corintios 11.23-
28.
Si examináramos los evangelios deuterocanónicos descubriríamos que los otros
apóstoles neotestamentarios no corrieron mejor suerte.
Por otra parte, considerarlo como un rango, invertiría la tendencia, llevando al
apostolado a ser un ministerio muy apetecido por muchos, con una fuerte repercusión
dentro de la cultura y la estructura eclesiástica.
Por lo tanto consideremos la función de los apóstoles desde las dos perspectivas: rol y
rango.
A fin de unificar la interpretación de los términos que estamos usando vamos a describir
a ambas palabras:
Rol: actividad propia de cada miembro (Ef. 4.16), tarea específica, función determinada.
Rango: jerarquía, nivel en la cadena de autoridad.
Apóstol igual Rango
Veamos en qué circunstancias los apóstoles llegaron a ser un rango dentro de la iglesia.
Es innegable que mientras Jesús, el Maestro, estuvo en la tierra; toda enseñanza surgía
exclusivamente de su boca, él era la última palabra en toda cuestión y frente a cada
situación inesperada acudían únicamente al Señor para que la resolviera.
Cuando el Señor asciende a los cielos recae sobre los doce discípulos (con la exclusión
de Judas y la inclusión de Matías) la responsabilidad de proseguir con la tarea que inició
el Hijo de Dios. Ellos son los depositarios de esta revelación que Pablo más tarde va a
denominar “misterio escondido desde los siglos en Dios”. Los 12 apóstoles son los
únicos voceros que quedaron en la tierra de esta nueva religión (que hoy denominamos
cristianismo) que se inició con Juan el Bautista, se consuma en Jesucristo, pero que se
institucionaliza recién en el libro de los Hechos luego de la investidura de poder dada
por el Espíritu Santo. Son los apóstoles la autoridad máxima dentro de la flamante
iglesia, que va a involucrar primero a los judíos y luego al mundo entero.
Pero en el desarrollo cronológico del libro de los Hechos veremos como esa autoridad
exclusiva pasa a ser compartida.
En Hechos 2, son los doce, exclusivamente, los que se encargan de dar una clase de
teología que explique lo que acababa de ocurrir.“
Entonces Pedro, poniéndose en pie con
los once, alzó la voz y les habló… (v. 14).
En el capítulo 6 de Hechos son los doce, pero con la participación activa de la multitud,
que resuelven un problema de administración. Los doce tienen la respuesta a la
situación planteado por la distribución de la comida, dan las instrucciones precisas pero
es la “multitud” la que se encarga de elegir a los siete varones adecuados para la tarea de
las mesas. “Entonces los doce convocaron a la multitud de los discípulos, y dijeron: …
Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones” (v. 3,4).
En el capítulo 11 una cuestión doctrinal trascendente es analizada por los apóstoles
juntamente con los hermanos que estaban en Judea. “Oyeron los apóstoles y los
hermanos que estaban en Judea, que también los gentiles habían recibido la palabra de
Dios” (v. 1).
Finalmente llegamos a capítulo 15 donde se relata acerca de una gran discusión
originada por algunos creyentes de origen judío que entendían que si los gentiles
deseaban ser salvos se debían circuncidar. “Entonces algunos que venían de Judea
enseñaban a los hermanos: Si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés, no podéis
ser salvos”. (v.1)
Para tratar esa cuestión Pablo y Bernabé acuden a los apóstoles y a los ancianos de la
iglesia de Jerusalén: “se dispuso que subiesen Pablo y Bernabé a Jerusalén, y algunos
otros de ellos, a los apóstoles y a los ancianos, para tratar esta cuestión”. (v.2)
Según el versículo 23 la decisión final la tomaron los apóstoles, los ancianos y toda la
iglesia. “Entonces pareció bien a los apóstoles y a los ancianos, con toda la iglesia”.
La explicación de la transición de la autoridad exclusiva a la autoridad compartida la
podemos encontrar en el paso del tiempo, que transformó a esa multitud de nuevos
creyentes, del capítulo 2, en cristianos experimentados y liderazgo maduro del capítulo
15.
La lectura del Nuevo Testamento nos permite ver con claridad que el ejercicio del rango
de parte de los doce apóstoles fue circunstancial y temporal. Circunstancial dada la
repentina ausencia física del Señor y Maestro. Temporal, solamente hasta poder
compartir la autoridad con creyentes espiritualmente desarrollados.
Por último digamos que no hay ninguna referencia bíblica que persona alguna haya sido
ungida como apóstol para el ejercicio del rango. Si bien no existe mucha información
sobre el desarrollo de la iglesia en los primeros dos siglos, el dogma de “primo entre
pares” aparece tardíamente en el cuarto siglo y posteriormente sigue desarrollándose
hasta llegar al conocido sistema de gobierno de la iglesia católica, donde la máxima
autoridad está centrada en el nuncio apostólico.
Apóstol igual Rol
Ahora si vemos el apostolado como rol resultará mucho más sencillo y estrictamente
bíblico definir que es un “Apóstol”. Además arrojará luz sobre algunos pasajes que
resultaban difíciles de interpretar.
Para poder entender el apóstol como rol debemos despojarnos de un paradigma
instalado en nuestra cultura cristiana. Cuando decimos “Apóstol” es casi un título que
otorga autoridad. Es muy común que cuando un predicador quiera reforzar el peso de
una verdad diga: “… cómo dice el Apóstol Pablo, el Apóstol Pedro, etc.”.
A menudo se toma el ejemplo del ministerio de Pablo para definir el apostolado,
Entonces se dice que un apóstol es uno que entre otras cosas “abrió iglesias y tiene
pastores a su cargo”. Paradójicamente en los evangelios, por lo menos en siete
oportunidades, a los discípulos se los denomina apóstoles, aun cuando no tienen
ninguna jerarquía, no son pastores, no abrieron iglesias, ni tienen a su cargo pastores.
Según el Nuevo Diccionario Bíblico Certeza, el término griego “apostolos” aparece más
de ochenta veces en el Nuevo Testamento. Deriva de un verbo muy común: enviar.
Entonces si leemos Lucas 9.2 y 10 reemplazando la palabra apóstol por enviado,
descubrimos que no hay ningún conflicto en ser un discípulo (aprendiz, alumno) y a la
vez ser un apóstol. “Y los envió a predicar el reino de Dios, y a sanar a los enfermos…
Vueltos los apóstoles enviados, le contaron todo lo que habían hecho…”.
Muchas veces se escuchó a maestros y predicadores tratar de determinar por medio de
argumentos arbitrarios, si a Matías o a Pablo le corresponde ser considerado uno de los
doce apóstoles. Tal como los explicamos más arriba, cuando el Señor Jesús asciende a
los cielos era muy importante determinar quiénes eran los sucesores del Maestro, por
eso se fijaron pautas muy específicas. Pero si nos mantenemos en el concepto de que el
apostolado es un rol igual que los otros cinco ministerios, entonces no necesitamos
ubicarlo a la fuerza a Pablo entre los doce, para poder valorar su tarea. Según Hechos
14.14 tanto Pablo como Bernabé son apóstoles, en todo el sentido de la palabra, sin
necesidad de entrar en conflicto con Matías.
Durante el ministerio de Jesús en la tierra, vemos que los apóstoles fueron enviados a
las ciudades, pueblos y aldeas a predicarle a la gente, no en las sinagogas ni en el
templo. Entonces podemos decir que el apóstol era el encargado de predicar en los
lugares donde el evangelio aún no se había establecido.
Estudiando la vida de Pablo vemos que después de su conversión estuvo cierto tiempo
en la iglesia en Antioquia, y luego es enviado juntamente con Bernabé a predicar el
evangelio, mayormente a las ciudades que aún no habían sido alcanzadas por la Palabra.
Siguiendo con la visión del apóstol como rol, se resuelve el planteo que surge del
concepto popular de que para ser apóstol primero hay que ser pastor, al leer en Efesios 4
aparecen los cinco ministerios, todos en un pie de igualdad. Ningún ministerio es previo
ni superior a otro. Podríamos decir sin temor a equivocarnos que Pablo nunca fue
pastor. El mismo explica cuál es la tarea que lo ocupa y a la que se dedica, cuando en 1
Corintios 1.17 dice: “No me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio”.
Las cartas paulinas denominadas “pastorales” nos dan la pauta de que Pablo, aun la
organización y el establecimiento del gobierno de la iglesia, lo deja en manos de
miembros de su equipo.
Esto arroja luz sobre la declaración de Pablo cuando dice que Dios puso en la
iglesia primeramente a los apóstoles. O sea en el orden cronológico de aparición. Según
la explicación de Pablo, les toca a los apóstoles la fundación de las iglesias. Son los que
colocan el fundamento: “edificados sobre el fundamento de los apóstoles…” Efesios
2.20 “yo como perito arquitecto puse el fundamento”, y serán luego los otros
ministerios los que prosigan con la obra de la edificación de la iglesia. En 1ra Corintios
3.6 dice claramente: “Yo planté, Apolos regó”.
En cuanto a las cartas y a toda la enseñanza emanada de la pluma de Pablo, responden a
su ministerio de maestro. Esto es explicado por el mismo cuando dice: “yo fui
constituido predicador, apóstol y maestro de los gentiles” 2da Timoteo 1.12.
Si entendemos que la tarea apostólica es la de abrir iglesias podremos comprender el
pasaje de 1ra Corintios 4.8-13. Evidentemente la iglesia de Corinto ya superó la etapa
de “obra nueva” y en una actitud inmadura y carnal menosprecia la tarea del apóstol.
Por lo que Pablo les tiene que decir: “Ya estáis saciados, ya estáis ricos, sin nosotros
reináis. ¡Y ojalá reinaseis, para que nosotros reinásemos también juntamente con
vosotros!”.
Ahora, sigamos analizando el pasaje. Existe un abismo entre lo que entendemos que es
un apóstol y la descripción que hace Pablo. Mientras hoy consideramos al ministerio
apostólico vinculado al éxito, a la cúspide, al mayor grado que podemos alcanzar,
oigamos el punto de vista de Pablo sobre el apostolado: “Porque según pienso, Dios nos
ha exhibido a nosotros los apóstoles como postreros, como a sentenciados a muerte;
pues hemos llegado a ser espectáculo al mundo, a los ángeles y a los hombres.”
Nos resulta un tanto incomprensible que se esté dirigiendo a una iglesia establecida
cuando escribe: “Nosotros somos insensatos por amor de Cristo, mas vosotros
prudentes en Cristo; nosotros débiles, más vosotros fuertes; vosotros honorables, mas
nosotros despreciados”. Sin embargo si trasladamos la situación a nuestros días es muy
probable que la historia se repita. Supongamos que a nuestra ciudad llegase un “apóstol”
con las características descriptas en los versículos 11 y12, “hasta esta hora padecemos
hambre, tenemos sed, estamos desnudos, somos abofeteados, y no tenemos morada fija.
Nos fatigamos trabajando con nuestras propias manos”. Los que pertenecemos a una
iglesia ya establecida, al ver la condición social y económica de esos “apóstoles”, los
caratularíamos como: “paracaidistas”, “mal testimonio” “kiosquito” y otras frases
afines. Ellos por su parte se sentirían identificados con el apóstol Pablo cuando
dice: “… hemos venido a ser hasta ahora como la escoria del mundo, el desecho de
todos.”
En nuestro mundo caracterizado por los resultados visibles e inmediatos se hace difícil
encontrar cristianos dispuestos a responder al llamado de un ministerio tan esforzado.
Frente al escaso tiempo restante, hasta la venida del Señor, hoy más que nunca cobra
vigencia el mandato de Jesús de orar específicamente: “La mies a la verdad es mucha,
más los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su
mies”.
Pastor Carlos Sokoluk
El pastor Carlos Sokoluk es graduado y profesor del Instituto Bíblico Río
de la Plata en Buenos Aires, Argentina. Pastor en dos iglesias en
el conurbano bonaerense. Desde 1979 reside a la Provincia de
Misiones. Fue pastor fundador de la primera Iglesia de la Unión
de las Asambleas de Dios en Posadas desde donde, en tres
décadas, se fundaron más de veinte nuevas congregaciones. Destacado líder de la
juventud, conferencista y predicador.